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Aquí una escena de 1995: se avecina un incumplimiento de pagos en la deuda federal. Los jóvenes y fortalecidos republicanos en el Capitolio buscan usar esta amenaza como palanca para impulsar sus propuestas de presupuesto; la democrática Casa Blanca se siente presionada por sus exigencias para aplicar reformas fuertes en nombre de la reducción del déficit, y el Secretario del Tesoro está intentando mantener la calma para que los mercados no se asusten; al mismo tiempo que intenta impresionar con las devastadoras consecuencias de un incumplimiento de pagos.
¿Te suena familiar? Esa fue la última vez que Estados Unidos realmente tuvo un roce con un colapso de la deuda. Claro que el escenario se está reproduciendo ahora, a medida que los legisladores buscan la siguiente entrega de un enfrentamiento partidista por el tamaño y alcance del gobierno. Las autoridades federales están por alcanzar el límite de préstamo de 14.29 billones de dólares a mediados de mayo, y el gobierno de Obama dice que hacer malabares con las cuentas 'comprará tiempo' hasta el 8 de julio. Después de esa fecha, el gobierno incurrirá en incumplimientos de pago por su deuda, una pesadilla que reduciría la confianza de los inversionistas en los bonos de Estados Unidos, enviaría los costos de préstamos hasta el cielo y precipitaría otro colapso financiero global.
Por meses, la Casa Blanca ha estado trabajando tras bambalinas para impedir ese escenario, cabildeando a favor de un aumento simple y ‘limpio' del límite de deuda. Pero los republicanos del Congreso buscan exigir que cualquier aumento venga con, al menos, alguna de sus prioridades reductoras de déficit. Mientras se acaba el tiempo, los observadores del mercado están analizando nerviosamente este enfrentamiento, y vale la pena echar un vistazo en el tiempo a la última vez que una riña política casi termina en incumplimiento de pagos.
Ahora casi nadie recuerda -incluso dentro del círculo- que ese punto cerca del límite de deuda dio forma a lo que se volvería la lucha más severa por un cierre gubernamental. En la primavera de 1995, el entonces vocero de la Cámara, Newt Gingrich, y sus aliados en la nueva mayoría republicana estaban planeando usar un voto en el límite de deuda para obligar al presidente Bill Clinton a adoptar su plan de balance presupuestal a siete años. Con el paso del tiempo, el problema había generado cierta refriega partidista, pero lo que distinguía esta ronda era que Gingrich y otros republicanos amenazaban con dar seguimiento y forzar la primera incursión en incumplimiento de pagos de la nación, si la Casa Blanca no accedía a sus términos.
Un curioso límite de 4.9 billones de dólares
Los funcionaros del gobierno de Clinton, al entender las consecuencias de una incursión en incumplimiento de pagos, no podían creer que los republicanos estuvieran hablando en serio. Pero el entonces secretario del Departamento del Tesoro, Robert Rubin, se preparó para eso. A principios de ese año, asignó a Ed Knight, consejero en jefe del departamento, para que creara un equipo con las mejores mentes legales del Departamento del Tesoro y del Departamento de Justicia. Su misión era explorar silenciosamente las opciones legales de Rubin, para seguir cumpliendo con las obligaciones gubernamentales por encima del límite.
El debate creció ese otoño, cuando el límite de deuda de 4.9 billones de dólares se volvió materia pública. Gingrich mantuvo el asunto candente en la Casa Blanca y prometió no perder de vista el problema. "No me importa el precio", dijo en un discurso a mediados de septiembre con el grupo de valores. En privado, decía a la administración que, aunque esperaba no dar un paso en falso, no estaba seguro de poder contener a los miembros más nuevos de su propia conferencia.
Más de 150 legisladores republicanos populistas en su segundo periodo se organizaron en la 'Coalición de Límite de Deuda', prometiendo no aumentar el límite de deuda hasta que Clinton aceptara el presupuesto republicano.
Las autoridades del Departamento del Tesoro habían intentado explicar los riesgos a los legisladores de ambos partidos y ambas cámaras. "No queríamos hacerlo demasiado político, pero comenzamos a educar silenciosamente a la gente", dice Penny Rostow, entonces secretaria adjunta del Departamento del Tesoro para legislaciones de finanzas y bancos nacionales.
John Hawke, entonces secretario de finanzas nacionales, recuerda haber notificado a John Boehner, el cuarto republicano de la Cámara en el momento, y le pareció bastante razonable. "Algunos hombres son truculentos al respecto", dice Hawke. Pero el actual vocero de la Cámara, su hombre clave para el siguiente debate, "era muy sencillo, nos reunimos varias veces y es un tipo listo, y entendió el problema".
El gobierno llegó al límite de deuda a finales de octubre, pero el Departamento del Tesoro tenía suficiente efectivo para que las cosas siguieran funcionando hasta el 15 de noviembre. El 'juego de gallinas' entre los republicanos del Congreso y la dirección de Clinton siguieron acercándose a la fecha límite. El 12 de noviembre, sin ningún compromiso en puerta, Rubin decidió hacer uso de una maniobra de emergencia sin precedentes, que había descubierto Ed Knight, y obtuvo 61,000 millones de dólares de dos cuentas de retiro federal.
La estrategia usó una ley de la era de Reagan, diseñada para dar al gobierno la autoridad de evitar una amenaza similar a la de un Congreso controlado por los demócratas. Esta ‘desinversión' involucraba convertir valores de los fondos en efectivo, y remplazarlos efectivamente con pagarés para repagar las sumas después, con intereses. Esta maniobra permitía que las autoridades federales cumplieran con las obligaciones hasta finales del año, y dieran la libertad a Clinton para vetar un aumento en el límite de deuda temporal, que los republicanos habían creado con restricciones sobre las habilidades del Departamento del Tesoro para seguir esquivando la incursión en incumplimiento de pagos.
El equivalente del Departamento del Tesoro a una guerra nuclear
La táctica de Rubin tenía un impacto político: desvanecía una palanca que pretendían usar los republicanos para entrometerse en los impuestos y programar recortes en la Casa Blanca de Clinton. "Fue algo ofensivo entre los que pensaron que podrían obligar al presidente Clinton a aceptar su presupuesto", dice Rubin, ahora presidente del Consejo de Relaciones Extranjeras. Con la amenaza del incumplimiento de pagos desvanecida por el momento, los republicanos se hicieron cargo de la propuesta presupuestal en un debate paralelo sobre el financiamiento gubernamental, y propiciaron los dos primeros cierres que rápidamente dominaron los encabezados de Washington.
Pero, aunque el debate del límite de deuda avanzaba en la primera plana, siguió siendo una gran preocupación dentro del Departamento del Tesoro. Revisar la deuda del país es la misión principal del departamento. Una incursión en incumplimiento de pagos, sobre todo como una declaración política, "debería ser impensable", dijo Rubin, y aun así la amenaza era real. Tras superar el límite previo de la deuda, el equipo del Departamento del Tesoro se reunió a diario en la sala de conferencias, fuera de la oficina de Rubin, para revisar las últimas noticias del Capitolio y el progreso hacia las tácticas para ganar tiempo, así como la recepción fiscal de un día a otro, una medida de qué tan cerca estaban del precipicio.
Y también planearon lo que harían en caso de que se acercaran a él a toda velocidad. "Sería el peor de los casos", dice Knight. "El equivalente del Departamento de la Defensa sería una guerra nuclear". El ambiente dentro del departamento era proporcionado. Rostow recuerda haber bromeado con Rubin, al punto que la gente comenzó a referirse a los Bonos del Departamento del Tesoro como "águilas caídas", una forma en la que Wall Street se refiere a los bonos basura. Rubin no se rió. "No le gustó la idea de que pudiéramos incurrir en incumplimiento de pagos", dice Rostow.
Mientras tanto, en el Capitolio, los republicanos estaban intensificando sus ataques contra el Departamento del Tesoro. Afirmaron que la maniobra de Rubin podría enredar la Constitución, que da la autoridad de préstamos al Congreso. A principios de diciembre, Grinrich asignó una fuerza de trabajo para que explorara la opción de demandar al departamento. Algunos pidieron la renuncia de Rubin, otros hablaron de dar inicio a procedimientos de impugnación. Pero el cuidadoso trabajo legal de Knight soportó el ataque, y los republicanos nunca demandaron.
Eran buenas noticias. La mala noticia era que el Departamento del Tesoro ya no tenía opciones para retrasar la incursión en incumplimiento de pagos. A mediados de diciembre, Rubin compró la última extensión gubernamental con 14,500 millones de dólares de pago de intereses y, a finales del año, a nombre de uno de los fondos, soportando la crisis hasta marzo.
Pero en año nuevo, comenzaron a acumularse las nubes de la tormenta. Wall Street ejerció presión en los republicanos para que se retractaran, mientras Moody's y Standard and Poor's advirtieron que la calificación de crédito del gobierno estaba en riesgo. Lo más importante es que el presidente Clinton había ganado el argumento público por el cierre gubernamental, y el debilitado partido republicano perdió el apetito de confrontación. En marzo, los republicanos aceptaron una extensión a largo plazo de la autoridad de préstamos del gobierno, junto con algunos aspectos para guardar las apariencias para el ala conservadora del partido.
Rubin: "estábamos al final"
Rubin había advertido al principio del problema que, incluso acercarse al incumplimiento de pagos, afectaría a los mercados financieros, pero se mantuvieron sorprendentemente fuera de problemas. "Cuando hablé después con la gente, supe que nadie creyó que el gobierno de Estados Unidos incurriría en incumplimiento de pagos por su propia deuda. Pero sí temíamos por eso", dice Rubin.
En ese entonces, los republicanos especularon que Rubin tenía más trucos bajo la manga. Rubin dice que no los tenía. "Cuando llegamos al final, estábamos al final", dice. Y aún no sabe lo que hubiera hecho el presidente Clinton si los republicanos no se hubieran retractado, sino que lo hubieran forzado a elegir entre su presupuesto y el incumplimiento de pagos. "Siempre me lo he preguntado", dice.
Desde entonces, el Departamento del Tesoro ha aumentado su caja de herramientas para retrasar una incursión en incumplimiento de pagos si el gobierno federal supera el límite de deuda. Pero ninguna de las opciones compra tanto tiempo simplemente porque el déficit es mucho más grande. Antes del debate, los republicanos parecen tener un papel más fuerte hoy que hace 15 años.
"No creo que la gente tuviera la vitalidad que tiene ahora sobre el tamaño estructural del déficit", dice Hawke. Y el público duda mucho que se necesite elevar el límite, pues 63% se opone a un aumento, según un sondeo reciente de CBS y el New York Times, y sólo 27% lo apoya.
En el Capitolio, un esfuerzo mucho más concentrado ya está en proceso de vender la necesidad de tomar medidas. Grupos de negocios dirigidos por la Cámara de Comercio de Estados Unidos están convenciendo a los legisladores con un enfoque en los recién llegados a la Cámara Republicana. Los ejecutivos de Wall Street también están participando, diciendo a los republicanos que un retraso podría conmocionar a los mercados.
Boehner, un estudiante del alcance de Gingrich y de sus consecuencias políticas, aseguró en privado a los ejecutivos de la industria que comprende la gravedad del incumplimiento de pagos. El precio del apoyo del partido republicano se verá manifestado en recortes al gasto y reformas estructurales, que aún no se han dado a conocer.
Una operativa republicana del último cierre dice que el partido, ahora como antes, quiere encontrar una resolución. "Se trata de forzar el otro lado para negociar hacia una fecha límite. Esto es algo bueno en un sistema político diseñado para evitar tomar decisiones", afirma. Pero como dice Rubin, en los años que pasaron, a medida que nuestros déficits se inflaron, nuestro sistema perdió credibilidad en asuntos fiscales. "Ahora el mundo nos está mirando, y estamos enfrentando déficits enormes", dice. "Hay una preocupación mucho mayor sobre si nuestro sistema tendrá un buen desempeño con todo esto".