domingo, 19 de abril de 2009

Educando a Bill Gates

William H. Gates

En los primeros días del éxito de Microsoft -cuando el nombre de mi hijo comenzaba a adquirir fama en el mundo entero- todos, desde los reporteros de Fortune hasta el cajero de la tienda de abarrotes local, me preguntaban, "¿Cómo educas a un niño así? ¿Cuál es el secreto?" En esos momentos, por lo general pensaba para mí mismo, "¡Sí que es un secreto... porque yo tampoco lo entiendo!"



Mi hijo, Bill Gates III, siempre ha sido conocido en nuestra familia como Trey. Trey, Paul Allen y otro amigo desarrollaron su primer proyecto empresarial cuando aún estaban en la escuela: una compañía que fabricaba y comercializaba una máquina llamada Traf-O-Data. Ésta, estaba diseñada para reunir y dar sentido a la información generada por los pequeños dispositivos contadores de tráfico que es probable que hayas visto cientos de veces -una manguera delgada extendida a través de la calle y conectada a una caja negra. El Traf-O-Data tomaba los datos crudos de todas esas pequeñas cajas negras y creaba una gráfica que te daba una imagen hora por hora del flujo de tráfico de cada día.



Después de muchas exitosas sesiones de práctica en la mesa de la cocina, mi hijo persuadió a algunos empleados de la ciudad de Seattle de que vinieran a la casa para una demostración. Y bueno, las cosas no salieron conforme a lo planeado ese día en la casa de los Gates. El Traf-O-Data no funcionó.



¿Cómo reaccionó Trey cuando falló la primera demostración en vivo de su sistema? Entró corriendo a la cocina mientras gritaba, "¡Mamá! ¡Mamá! ¡Ven y diles que sí funciona!"



Tal vez no resulte sorprendente que no haya hecho ninguna venta ese día. Sin embargo, el Traf-O-Data finalmente tuvo algo de éxito, aunque nada que presagiara los futuros logros de Microsoft. Quizás, la lección sea que todo éxito involucra algunas salidas en falso.



Trey había abandonado la universidad en 1975 como un estudiante de segundo año de Harvard. El ímpetu fue provocado por una llamada que hizo desde su dormitorio a una compañía en Albuquerque, la cual había comenzado a fabricar la primera computadora personal del mundo. Paul Allen, quien vivía cerca y trabajaba entonces para Honeywell, había visto un artículo sobre la nueva computadora en Popular Electronics, y acudió de prisa a mostrárselo a Trey. Habían previsto la llegada de esa computadora personal, y sabían que cuando ésta tuviera lugar, el software sería un ingrediente crítico.



Así que Trey llamó a la compañía que fabricaba la computadora y se ofreció a venderles el software. La compañía expresó su interés de inmediato, con lo que le abrió la puerta a la maravillosa aventura de Trey y Paul en Microsoft.



Claro, la madre de Trey y yo nos disgustamos cuando nos dijo que planeaba abandonar la universidad para aprovechar una oportunidad que, según él, habría dejado de existir para el momento en que se graduara de Harvard. Sin embargo, nos prometió que volvería después a la universidad para obtener su título.



"Después" llegó por fin el 7 de junio de 2007, el día en que Harvard le otorgó a Trey el doctorado honoris causa en derecho. Viajé a Cambridge con él y Melinda para verlo recibir los honores y pronunciar el discurso de la ceremonia de graduación de Harvard.



Después de las menciones apropiadas, Trey le dijo a la audiencia, "He esperado más de 30 años para decir esto". Entonces, me miró a los ojos y dijo "Papá, siempre te dije que volvería y obtendría mi título".



Tal vez haya una lección en esto para los padres de otros chicos curiosos que, desde el principio, requieren la libertad para enfrentar la vida bajo sus propios términos: Y esta podría ser que no hay límites para lo que sueñas para tus hijos. Así como no hay manera alguna para predecir la alegría que podrías sentir cuando esos sueños se vuelvan realidad de una manera muy diferente a la que hubieras podido imaginar.


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